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LE MAPUTARON LA PIERNA Y SE REFUGIÓ EN LA EQUINOTERAPIA

Una mañana de febrero de 1986 Ricardo Spinelli, que era comerciante y tenía 23 años, se encontraba en el Mercado Central de Buenos Aires cuando, de repente, un camión empujó a otro que estaba detenido delante y el vehículo que había sido empujado cruzó toda la calle impactando en la trompa de su camioneta que estaba estacionada. En ese momento él estaba bajando una caja cuando su camioneta lo aplastó contra otro camión que se encontraba parado detrás. Esa extraña carambola, en pocos segundos, acababa de cambiar su vida para siempre.

Ricardo cuenta que estando herido lo llevaron a un hospital de Ezeiza, pero pasaron muchas horas en las que no fue atendido. Luego, lo derivaron al Hospital Rivadavia donde recién lo pudo ubicar su familia y ya en un estado muy grave lo operaron y trasladaron al Hospital Durand, con un acceso más fácil porque un conocido integraba el cuerpo médico.

“A pesar del esfuerzo de los médicos, las cosas no salieron como esperaban. No había retorno del flujo sanguíneo, el accidente me había destruido las venas del pie y el dolor era insoportable. El médico que me atendió me lo explicó y fue bien claro: me dijo que si no me amputaban la pierna derecha, me ponían las alitas y me mandaban al cielo”, recuerda.

Así que, junto a un traumatólogo, Ricardo redactó la autorización de puño y letra para la amputación por debajo de la rodilla, pero quedaba claro que si en el momento de la operación los médicos consideraban que debían hacerlo más arriba también tenían su aprobación para hacerlo. “Pasado el tiempo rescato que esa crueldad fue lo mejor que me pudo pasar. Entré al quirófano sabiendo que al salir nada sería igual en mi vida”.

Ricardo cuenta que la rehabilitación fue muy dura, pero agradece el trabajo del equipo de kinesiología del Durand ya que gracias a ellos hoy camina. “Recuerdo los golpes que me pegaba, me enseñaban a caer y a proteger mi muñón para que no se lastimara, tuve un larguísimo camino hasta llegar a la prótesis. En el medio tuve siete operaciones”.

Fue una tarde en la que se encontraba en su comercio leyendo un pequeño artículo en un diario que daba cuenta de que las personas con discapacidad podían montar con autorización médica. En la nota decía que se podía practicar en la ya desaparecida Escuela Municipal de Equitación General San Martin de la Ciudad de Buenos Aires. “Recuerdo ese momento con gran emoción, debo reconocer que no entendía bien, no me veía arriba del caballo, no visualizaba la situación, pero había un teléfono y la persona de contacto”.

Con expectativas limitadas Ricardo se comunicó por teléfono y lo atendió la Profesora María de los Àngeles Kalbermater, quien había sido la primera amazona en la Argentina y fue quien difundió esta actividad en el país.

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